Manuel Toledo Zamorano
... El cofrade no puede utilizar la
esperanza cristiana como coartada en favor de un desinterés por los compromisos
con los demás hombres en las tareas comunes de este mundo. El cristiano ha de
atestiguar y verificar ante el mundo su esperanza
participando seria y activamente en lo que la humanidad espera.
El cristiano tiene siempre una
actitud crítica contra todo aquel que pretenda absolutizar el orden
establecido. Por muy humano y perfecto que sea el estadio el que se haya
llegado, nunca es el definitivo puesto que todavía no ha llegado el Reino de
Dios.
Un reino que empieza aquí en este
mundo y que cargados y llenos de esperanza debemos construir acorde con los
principios emanados del Evangelio que toman como referencia la fraternidad, la
comprensión, la tolerancia, el bien común y el de los hermanos y que nos debe
llevar a sentirnos hijos de un mismo Dios y hermanos de Jesucristo.
El origen del compromiso cristiano
está, como todo lo del cristiano, en la caridad. Esta caridad lleva al
cristiano a amar todo lo que Dios ama, a todos los hombres, de un modo muy
particular a los necesitados, a los débiles, a los perseguidos en este mundo.
Debemos recordar que cristiano es
el que ora y actúa; el que reza y evangeliza; el que ama a Dios y al prójimo;
el que asiste al templo y es misionero. Se debe ser cristiano cuando asistimos
a la eucaristía y cuando estamos en nuestra vida privada, en el trabajo,
negocios, universidad o colegio.
Nuestro
compromiso con Cristo lo es hasta el final, debemos ser sus testigos en
cualquier momento y circunstancia, ya que el que se compromete a ser cristiano
mira al mundo de manera profunda, mirando a sus semejantes con respeto.
El cristiano ve a todo ser humano como
hijo de Dios, lo trata con respeto y amor, ve a la gente de otra manera, como
hermanos, más allá de cualquier diferencia humana.
Ser
católico es estar abierto a todos, respetando toda religión y manera de
alabar a Dios. No estamos en contra de nadie, sino a favor de Dios, respetando
a cualquier persona que hable de Jesús.
Por tanto, el compromiso del cofrade debe ser un compromiso desde la fe en Dios
Padre y en su Hijo Jesucristo, que nos llena de esperanza a través del Espíritu
de Dios y, por supuesto, llevando el amor a todos los hermanos.
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