Manuel Toledo Zamorano
El Arzobispo de nuestra ciudad,
Monseñor Asenjo, nos dice que "el
encuentro con el Señor resucitado, que se renueva cada vez que celebramos la
Eucaristía, suscita en quienes en ella participamos la exigencia y el
compromiso de evangelizar y de dar testimonio… La participación en la
Eucaristía nos debe impulsar a la misión, a compartir con nuestros hermanos el
pan del Evangelio y de la solidaridad".
Por tanto, la participación en las celebraciones y cultos de nuestras
hermandades debe ser en espíritu y en verdad, dando testimonio de lo que somos,
seguidores de Jesús, y llevando a la
práctica lo que hemos recibido tanto en la mesa de la Palabra como en la Eucarística.
Es
importante conocer lo que celebramos, entender lo que ocurre en el transcurso
de la celebración eucarística y no acudir a ella como extraños y mudos espectadores(SC 48) de una “función” en la que se
realizan diferentes ritos, sino que comprendiendo el misterio de fe que es la
Eucaristía, “participen conscientes,
piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos por la Palabra de
Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios,
aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por
manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día , para
que, Dios sea todo en todos.(SC 48)
Participar
activamente en la celebración eucarística supone participar con
aclamaciones, respuestas, salmos,
antífonas, cantos, acciones o gestos, posturas corporales y
silencios sagrados a su debido tiempo. (SC 30).
De hecho la
actual redacción de la O.G.M.R. nos dice en el artículo 96: “formen, pues, un solo cuerpo, escuchando la
palabra de Dios, participando en las oraciones y en el canto, y principalmente
en la oblación común del sacrificio y en la participación común en la mesa del
Señor… Observando comunitariamente los mismos gestos y actitudes corporales”.
“Puesto que la celebración de la Misa, por su propia
naturaleza, tiene carácter comunitario, tienen una gran fuerza los diálogos
entre el sacerdote y los fieles congregados, y asimismo las aclamaciones … que
constituyen precisamente aquel grado de participación activa que se exige a los
mismos”. (OGMR 34 y 35).
No olvidemos,
por tanto, que los cofrades como
cristianos comprometidos y como partes de la Iglesia que somos debemos de
fomentar entre nuestros hermanos una participación acorde con estos postulados
que hagan que la celebración eucarística sea un verdadero banquete pascual en
el que participando cada uno con su ministerio demos gloria a Dios.
Un banquete
pascual en el que Cristo está presente de diferentes maneras, son lo que
llamamos: las presencias de Cristo en la Liturgia.
La
Constitución sobre Liturgia nos dice en su artículo 7 que “Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción
litúrgica”, ya que para poder realizar Dios Padre la obra de la salvación
necesitaba de la presencia de su Hijo entre los hombres.
Por ello, nos
encontramos que Cristo está presente en el sacrificio de la Misa: en la persona
del ministro, por tanto es Cristo quien se ofrece a través del sacerdote al
igual que se ofreció en la cruz; está
presente bajo las especies eucarísticas de una manera sustancial y
permanente, es el mismo Cristo quien nos alimenta con su Cuerpo y su
Sangre; está presente en su Palabra, por lo que en la mesa de la Palabra
es Dios mismo quien a través de los lectores habla a su pueblo, de ahí la
importancia de cuidar las personas que proclaman la Palabra de Dios; está
presente en la asamblea cuando suplica y ora con salmos y está presente
con su fuerza en los Sacramentos, por lo que cuando uno recibe el
Sacramento de la Reconciliación , es Dios mismo quien perdona los pecados por
medio del sacerdote.
Por lo que como dice el artículo 7 de la SC “toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su
Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala ninguna otra acción de la
Iglesia”.