En el año 2004, S.S. el Papa Juan
Pablo II, de feliz recuerdo, nos regaló con motivo del Año de la Eucaristía,
una Carta Apostólica titulada “Quédate con nosotros, Señor” en la
que nos decía que la Eucaristía es luz en
la oscuridad de la fe, alimentando a los files en la doble mesa de la Palabra
de Dios y del Pan de la Vida, en clara referencia a la experiencia de los
discípulos de Emaús, que fueron primero iluminados por las Escrituras,
explicadas por Jesús y, después, lo reconocieron en los signos, en el partir el
pan.
La
Eucaristía, prosigue el Papa, es el
sacramento de la comunión eclesial, y llama también a los miembros de la
Iglesia a compartir sus bienes espirituales y materiales.
Finaliza el Santo Padre diciendo que el encuentro con Cristo en la Eucaristía
lleva a la Iglesia y a cada cristiano a dar testimonio, a una generosa acción
evangelizadora y a ser solidarios con los demás. Es más, la participación en la Eucaristía nos debe
impulsar a la misión, a compartir con nuestros hermanos el pan del Evangelio y
de la solidaridad y a un compromiso
activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna.